Ser titiritero es jugar el juego de los dioses, es dar vida a personajes de trapo y cartón, es inventar historias, crear situaciones, prever desenlaces, motivarse a la alegría, la ensoñación y la fantasía. Es reinventar la vida. Ser titiritero, es despertar e inquietar nuestra alma de niño, es desenmarañar nuestra vida de ilusiones y recuerdos de nuestro pasado, aclararlos y dejarlos al olvido; es aquietar la ambición y permitir que cante el corazón. Es reconocernos como flor, como ave, como el fresco rocío de la mañana o el suave viento vespertino de las montañas, o como un plateado rayo de luna llena o sencillamente, como un tímido niño aprisionado en el empaque de un adulto muy serio. Es aceptar ver el mundo como una maravillosa escuela de la cual siempre tendremos algo que aprender, y que aprenderemos de este (el mundo) siendo y haciendo. Es intuir que de pronto vivimos una vida prestada, como la de nuestros muñecos y que la verdad de vivirla está en hacerlo con felicidad, por lo que creamos; alegría por lo que comunicamos; amor por lo que somos y experimentar esa maravillosa vitalidad cuando la actuamos
Interacciones con los lectores